Lección 1. Desde el principio hasta el fin

Justificados y santificados por fe

«Verdaderamente, somos mendigos».

Martín Lutero. Nota encontrada en su bolsillo cuando murió

Una de las cosas más tristes que he hecho en mi vida fue llevar a un alumno del seminario al Hospital Psiquiátrico. Este joven había perdido contacto con la realidad. Su hermano le había dicho que ya no podía quedar en su casa, y él no tenía dónde pasar la noche, así que yo lo invité a mi apartamento. Despertó como a las tres de la mañana gritando y desorientado, convencido de que había recibido una comunicación directa del Señor. Aunque yo no lo había dicho, él captó que yo no estaba tan seguro de estas “revelaciones”, y se enojó conmigo. Durante los próximos días, discutía con todo el mundo, diciendo cómo debemos manejar el seminario, y cómo vivir nuestras vidas. Creía que él era el único que estaba cerca de Dios, siguiendo Su voluntad, y los demás estábamos espiritualmente pobres. Empezó a cruzar las calles de Santiago de Chile, sin mirar el tráfico, y subía los buses para predicar a los pasajeros. Lo pusimos bajo el cuidado de un psiquiatra cristiano, pero pronto llegó a ser peligroso, no solamente para sí mismo, sino también para los demás. Un día recibí una llamada histérica de nuestra secretaria, diciendo que él estaba amenazándola con una peineta, como si fuera un cuchillo. Llamé a la policía, y dijeron que no podían hacer nada hasta que realmente hiciera daño. Les dije, “¡Muchas gracias! ¡Llamaré de nuevo después de que haya matado a alguien!” Me recomendaron el Hospital Psiquiátrico. El hospital dijo que ellos no podían ir a buscarlo, y que tendríamos que llevarlo allá. Así que fui al seminario con un amigo, lo invitamos a dar un paseo con nosotros en mi camioneta, y lo llevamos al hospital, entrando por el portón principal. Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, trató de escapar. Nunca olvidaré la escena cuando los guardias se tiraron encima de él, le pusieron una chaqueta de fuerza, y se lo llevaron, pateando y gritando. Yo sabía que teníamos que hacerlo, pero me sentía horrible y quería llorar. 

Lo diagnosticaron con esquizofrenia, y le dieron medicamentos. Tuvo que quedar internado bastante tiempo. Un día, el psiquiatra jefe me invitó a una entrevista acerca del alumno. Lo que me asombró fue esto: El doctor me comentó que ¡la mayoría de sus pacientes eran evangélicos! Me sorprendió el dato, y le pregunté por qué. Me contestó que era por el sentido de culpa. Dijo que no tenía nada en contra del cristianismo, pero que muchas iglesias hablan demasiado de la ley y de cosas muy negativas, sin hablar del amor de Dios, del perdón, y de cosas positivas. Mucha gente termina con un tremendo peso de culpa que trastorna su capacidad de relacionarse sanamente con el mundo. Me dio mucha tristeza porque debería ser precisamente nuestra relación con Cristo que nos libera de la culpa. Pienso que muchos evangélicos no han comprendido las implicaciones del hecho de que nuestra salvación es completamente por gracia mediante la fe. Fácilmente caen en un legalismo que impide el gozo que podemos tener en Cristo.

El autor David Seamonds 1 cuenta su experiencia cuando era misionero en la India. Un joven fue a pedirle un consejo, quejándose de un sentimiento de culpa, de ansiedad, de enojo, y de menosprecio de sí mismo. Cuando le hizo las preguntas típicas acerca de su lectura de la Biblia, su tiempo de oración, y su asistencia a la iglesia, supo que el joven le ganaba lejos en el uso de los medios de crecimiento; pasaba horas y horas leyendo la Biblia, orando, y participando en las actividades de la iglesia. Pero algo no funcionaba. En ese momento, Seamonds se dio cuenta de que el joven simplemente no estaba descansando en la gracia de Dios. Estaba tratando de lograr su propia santidad con esfuerzo humano. Seamonds concluyó que era posible hacer las cosas correctas, sin estar confiando realmente en el Señor, y esto cambió su ministerio completamente. Empezó a poner todo el énfasis en la gracia de Dios.

Martín Lutero también luchaba con un sentimiento de culpa, y trataba de lograr su propia santidad a través del sufrimiento. Dormía en el suelo, ayunaba, y se castigaba con látigos. Finalmente encontró la respuesta en  Romanos 1.17.

Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

El grito de la reforma fue «la justificación por la fe», y los evangélicos han estado enfatizando esta doctrina desde entonces. No obstante, hay un segundo aspecto de este versículo que también debe entusiasmarnos. Creo que Lutero lo entendió, pero no se ha prestado mucha atención a esta doctrina hasta años recientes. Esta enseñanza importante es que la santificación también es por la fe.

¿Qué significa que la justicia de Dios se revela «por fe y para fe»? En realidad, esta traducción (Reina Valera 1960) es difícil de entender. En el griego, dice literalmente, ek pisteos eis pistin, es decir, desde la fe hacia la fe. La palabra ek es una preposición usada frecuentemente para indicar movimiento de adentro hacia afuera, por ejemplo cuando alguien sale de una casa. El segundo término, eis, se usa para indicar movimiento desde afuera hacia adentro, por ejemplo cuando alguien entra la casa. Es decir, la justicia sale de la fe y vuelve a la fe, o comienza en la fe y termina en la fe. Creo que la traducción de la Nueva Versión Internacional comunica la idea: «por fe desde el principio hasta el fin». La vida cristiana es como un puente; comenzamos por la fe en un lado, y terminamos por la fe en el otro lado. El terreno que sostiene todo es la gracia de Dios recibida por fe.

Este versículo es una introducción al resto de la carta a los romanos, que primero trata el tema de la justificación (capítulos 1-5) y después trata el tema de la santificación (capítulos 6-8). Lo que quiere decir Pablo es que nuestra justicia no viene de nosotros, sino de Dios, y esa justicia incluye tanto nuestra justificación como nuestra santificación. Algunos piensan que tienen que seguir su vida cristiana por esfuerzo propio, pero es de vital importancia entender que la santificación también es por fe.

A. La justificación por fe

La justificación tiene que ver con nuestra relación legal con Dios. Tiene dos aspectos: el perdón y la justicia positiva. Por la muerte de Cristo en la cruz, somos perdonados y somos considerados justos. Somos liberados de la culpa y recibimos la justicia de Cristo en nuestra cuenta, a nuestro favor. El resultado es que somos liberados del castigo que merecemos.  

Es como si tuviéramos un libro de vida, lleno de anotaciones negativas. El Señor no solamente borra los pecados, sino también nos da un libro completamente nuevo, que contiene la justicia y las buenas obras de Jesucristo. La justificación es un veredicto divino en que Dios nos declara justos.

Romanos 3.20-28

Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Recibimos la justificación por la fe, y no por las obras. Si tratáramos de justificarnos por obras, ya no sería por gracia. Además, tendríamos que ser absolutamente perfectos, porque Dios es totalmente santo, y debe castigar el pecado. Sería como tratar de saltar a la luna. No podemos llegar a la luna sin un cohete, y Cristo es nuestro «cohete».

Antes de su conversión, el famoso predicador Charles Spurgeon asistía desesperadamente a una y otra iglesia.  Esperaba escuchar el secreto de lo que él debía hacer para obtener paz con Dios. Un día cuando caía mucha nieve, no pudo llegar a la iglesia que quería asistir, y tuvo que ir a una pequeña capilla cercana. Entró silenciosamente y se sentó muy atrás. El pastor no había llegado debido al mal tiempo, y estaba predicando un humilde laico con poca preparación. El hombre sencillo no sabía desarrollar un sermón; simplemente describía a Jesús en la cruz: los clavos, Su dolor, y la sangre. Se fijó en el asistente desconocido, y le apuntó el dedo diciendo, «Joven, ¡mira a Cristo! » Desde ese momento los pensamientos de Spurgeon quedaron fijos en Cristo, imaginándolo en la cruz muriendo por él, y sintió la paz que tanto anhelaba. Se dio cuenta de que no tenía que hacer nada más; Cristo ya había hecho todo por él. Tal como dijo mi suegra cuando leímos Romanos 8, “¿Si Cristo murió por mí, ¿cuál es mi problema?” Esto es la justificación por fe. Sucede en un solo momento cuando una persona acepta a Jesús como Su Señor y Salvador personal, y no se pierde nunca.

B. La santificación por fe

La santificación tiene que ver con el proceso de nuestro crecimiento gradual, y con nuestra relación personal con el Señor. Tal como en un matrimonio, hay un aspecto legal y un aspecto personal, también en nuestra relación con Dios. En el matrimonio, dos personas hacen promesas públicas, y firman un libro en el registro civil, haciendo un pacto legal. Esto se hace en un momento, y son declarados casados. Este primer aspecto corresponde a la justificación. Pero también viven juntos, experimentando un proceso de crecimiento en su relación. Aprenden cómo piensa y cómo se siente la otra persona. Procuran agradar y hacer el bien el uno al otro. Este segundo aspecto es parecido a la santificación. 

Algunos no se percatan de que la santificación también es un aspecto de la salvación. No es algo que logremos por esfuerzo propio. Cristo nos salva de la culpa del pecado en la justificación, y nos salva del poder del pecado en la santificación.

Romanos 6.14

Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

Romanos 6.1-2

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? 

2 Corintios 5.17

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Es muy frecuente que alguien comienza su vida cristiana confiando plenamente en Cristo para su perdón, pero pronto cae en el error de tratar de santificarse por esfuerzo propio. He escuchado comentarios como, «Jesús me salva, pero yo tengo que esforzarme para vivir una vida santa». Otros dicen, «Debo ser santo para que Dios escuche mis oraciones y para que me utilice eficazmente en el ministerio». Aunque no debemos abusar de la gracia de Dios, esto es un engaño muy peligroso, porque pone todo el énfasis en lo que la persona puede lograr, y quita la vista del Señor. 

Esto es justamente lo que pasó a los Gálatas. Comenzaron bien, pero pronto llegaron los legalistas, diciendo que deberían ser circuncidados y seguir las costumbres judías. Pablo advierte que eso sería legalismo. Creo que estamos haciendo algo parecido cuando pretendemos ganar puntos con Dios o lograr nuestra propia santificación.

Gálatas 3.3

Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?

Piense en una rama suelta, tratando de producir fruto. ¡Simplemente no puede! Tiene que ser injertada a la vid primero. Es así de imposible que una persona se santifique por esfuerzo propio.

Juan 15.4-5

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Volviendo a la ilustración del viaje a la luna, este error sería como subir a una nave espacial (la justificación; ya está salvo) para llegar a la luna (la culminación de la salvación: la vida eterna y la glorificación), y ¡tirarse al espacio en medio del viaje (el proceso de la santificación), pensando que se puede seguir solo!

Recuerdo a un joven que no quería ir a su trabajo, porque el bus iba muy rápido. Le pregunté si era peligroso, y me dijo que eso no era el problema, sino que era un pecado ir a exceso de velocidad. Le pregunté si había hablado con el chofer, y me dijo que sí, pero que no le importaba. Le expliqué que, si él había hablado con él y no había un cambio, no era su culpa. Pero no le pude convencer que volviera a tomar el bus, y decidió tomar un taxi. Días después, me llamó de nuevo, diciendo que no podía ir al trabajo porque sus colegas escuchaban música en la radio que «no era edificante». Le pregunté si había hablado con las personas que ponían esa música. Me dijo que sí, pero que seguían escuchándola. De nuevo, traté de convencerlo de que no era su culpa. Finalmente, dejó su trabajo y quedó encerrado en la casa. Su madre tenía que cuidarlo totalmente, aunque tenía más de treinta años. Cuando fui a conversar con él, me dijo que ya no salía, porque había «muchas tentaciones allá afuera». Es obvio que tiene algunos problemas psicológicos, pero también veo una confusión profunda acerca de la santificación. Estaba tratando de evitar la tentación y controlar su medioambiente de tal manera que no cometiera un pecado. ¿Cuál es el resultado? Termina pecando de todas maneras, y peor todavía, siendo totalmente irresponsable y dependiente. Posiblemente no escuche música mala, pero tampoco está siendo sensible, porque hace que su madre trabaje para él. No está cumpliendo con los mandamientos positivos acerca de lo que debe hacer. ¡Este no es el estilo de vida que el Señor desea para nosotros!

Lo escencial

Somos justificados y santificados por fe.

Para aplicación personal

a) Estudio bíblico

Recomiendo comprarse un cuaderno para usar en su tiempo a solas con Dios. Es una gran bendición anotar lo que el Señor le está enseñando en Su Palabra, y también escribir las peticiones y motivos de acción de gracias para su tiempo de oración.

En su tiempo devocional esta semana, lea Gálatas 3 y 4. Anote sus ideas acerca de la justificación y la santificación por gracia. 

b) Oración

Ocupe el Salmo 127.1-2 y el Salmo 23 como guía para su tiempo de oración.

c) Memorización de la Escritura

Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe desde el principio hasta el fin, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

Romanos 1.17

Para conversar:
  1. ¿Ha olvidado Ud. a veces que la santificación también es por gracia por medio de la fe? ¿Cómo se ha manifestado esta tendencia? ¿Cuál ha sido el fruto?
  2. ¿Ha podido salir de esta trampa? ¿Cómo?
  3. ¿Qué consejo le daría al joven de la India? ¿Al joven que quedó en su casa para evitar las tentaciones?