Lección 3. ¿Dónde está el piloto?

(Dios está en control)

“El gran acto de fe es cuando el hombre decide que no es Dios”.

Oliver Wendell Holmes junior, carta

En su novela La Peste, Alberto Camus relata la historia de un pueblo que sufre una plaga terrible. El médico, Dr. Rieux, que lucha arduamente contra los efectos de la plaga, siente que Dios es cruel, que está mirando desde el cielo en silencio. La novela plantea la pregunta, ¿Cómo puede un Dios bueno permitir tanta maldad? Esta inquietud, expresada de una forma u otra, es probablemente una de las causas más comunes del rechazo de Dios. ¿Cuántas personas han sufrido alguna tragedia que les hace cuestionar a Dios? ¡Probablemente usted mismo alguna vez! Muchos piensan que el sufrimiento humano nos obliga a elegir entre dos alternativas: que Dios es débil, o que Dios es malo. Frente a estas alternativas, prefieren creer que Dios no existe.

El propósito de las dos lecciones siguientes es probar que ninguna de las dos posiciones es correcta. Al contrario, Dios es todopoderoso, y Dios es bueno.

Primero, en esta lección, estudiaremos la evidencia bíblica del hecho de que Dios está en control de todo. Después, en la siguiente lección, analizaremos el origen del mal y veremos que Dios encamina todo para nuestro bien. 

¡El estudio de este tema dará una perspectiva nueva a toda su vida! ¡Tendrá una nueva paz y tranquilidad, confiando completamente en un Dios amoroso y soberano! Recuerdo la primera vez que empecé a creer que toda mi vida estaba en las manos de Dios: salí silbando, caminando livianamente, con un gozo que jamás había sentido.

Hoy día, más que nunca, el hombre vive estresado y angustiado. Una gran parte del problema es que ¡ha llegado a creer que él mismo es Dios! ¡Con razón se siente nervioso! Solamente la fe en Dios puede poner la vida en perspectiva y devolver el gozo y la alegría.

A. La Providencia de Dios

 La Biblia enseña claramente que Dios gobierna todas las cosas que suceden. No hay nada que escape Su control. Este gobierno continuo se llama la providencia. Él planifica todo y hace que todo suceda de acuerdo con Su plan. Nunca cuestione esta doctrina, porque parece ser un aspecto esencial de la naturaleza de Dios, parte de la definición de Dios.

 Salmo 115.3

 Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho.

            Salmo 135.6

 Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.

Dios controla aun los eventos más pequeños.

            Proverbios 16.33

 La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella.

Su gobierno no tiene límite de tiempo o espacio.

            Isaías 46.9-11

 Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré.

Nadie puede cambiar Sus planes.

            Daniel 4.35

 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga, ¿Qué haces?

Absolutamente todas las cosas suceden de acuerdo con Su deseo.

            Efesios 1.11

 En Él tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.

 Es bastante claro, ¿verdad? En realidad, si Dios no está en control, ¡no es Dios! Hay una película cómica llamada, ¿Dónde está el piloto? Se trata de un avión que vuela sin piloto. ¿Cómo se sentiría usted si el mundo no tuviera piloto? ¿Cómo se sentiría si pensara que Dios no estuviera en control del universo? 

La Confesión de Fe de Westminster lo expresa así:

 Dios, el gran Creador de todo, sostiene, dirige, dispone, y gobierna a todas las criaturas, acciones y cosas, desde la más grande hasta la más pequeña, por su sabia y santa providencia, conforme a su presencia infalible y al libre e inmutable consejo de su propia voluntad, para la alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia. (capítulo V, párrafo A)

B. La responsabilidad del hombre

Aunque no he cuestionado la doctrina de la providencia de Dios, mi lucha ha sido la de reconciliar esto con la libertad y la responsabilidad del hombre. A primera vista, la doctrina de la providencia podría confundirse con el fatalismo, como si el hombre fuera un títere, respondiendo mecánicamente a los movimientos de las manos de Dios. Sin embargo, no es así.  Hasta ahora hemos visto un solo aspecto de la enseñanza bíblica.

El otro aspecto es que el hombre es un ser responsable, con su propia voluntad para tomar decisiones. Esto es tan obvio como la soberanía de Dios. Toda la Biblia supone que el hombre es responsable por sus actos. Por ejemplo, Adán y Eva fueron expulsados del Huerto de Edén por su pecado (Génesis 3). 

Permítame explicar cómo yo entiendo el “libre albedrío”: El hombre fue verdaderamente un agente libre en el huerto de Edén, no una máquina ni un títere. Una de las cosas más asombrosas que Dios ha dado al hombre es su libertad. Adán y Eva podrían haber escogido obedecer o desobedecer. No obstante, después de la caída, el hombre es esclavo del pecado, incapaz de escoger el bien, sin la intervención sobrenatural de Dios. Todavía tiene una voluntad, y toma decisiones, pero solamente está inclinado hacia el mal. Aunque puede hacer cosas que externamente parecen buenas obras, cuando tomamos en cuenta los motivos, aun esos hechos son corruptos. 

Hebreos 11.6

Pero sin fe es imposible agradar a Dios.

Romanos 3.10-12

Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

Génesis 6.5

Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

Efesios 2.1-3

Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Esto no significa que el hombre haya perdido su “voluntad” o su “libertad” en todo sentido. Douglas Wilson compara nuestra libertad humana con un brazo que saca cosas de un baúl. “La voluntad es simplemente el brazo que Dios ha dado a cada uno de nosotros para introducir en el baúl para sacar el contenido del corazón”. A esta libertad la llama “libertad natural”. [1] El brazo es libre para sacar cualquier cosa del baúl, pero no puede sacar algo que no esté allí. Este “brazo” todavía funciona después de la caída, pero el problema es que el baúl (el corazón) solamente contiene opciones pecaminosas. 

Lo maravilloso es que, después de que el Espíritu Santo cambia nuestro corazón y nacemos de nuevo, ponemos nuestra fe en Cristo y somos realmente libres de nuevo. El pecado ya no enseñorea sobre nosotros (Romanos 6.14). Ahora, el baúl también contiene cosas buenas que podemos sacar.   

Pero todavía tenemos un problema teológico:

La dificultad está en reconciliar esta “libertad natural” con la doctrina de la providencia. ¿Cómo puede el hombre ser realmente libre para escoger, si todo sucede de acuerdo con el gobierno directo de Dios? ¿Será solamente una ilusión nuestra libertad?

¡NO! No puedo negar la libertad humana sin anular mis propios pensamientos y contradecirme a mí mismo totalmente. Tendría el mismo problema de los evolucionistas, o los dialécticos, o cualquier que acepte un enfoque mecánico o impersonal del mundo. Si la teoría de la evolución es verdad, entonces mis pensamientos son nada más que el resultado de un proceso natural, de un movimiento impersonal de átomos. Y si mis pensamientos son solamente un movimiento de átomos, en tal caso mi teoría de la evolución también es una reacción mecánica impersonal, y por lo tanto ¡no tiene ningún significado! Si el universo es como un gran reloj, pues mis pensamientos son nada más que un “tic toc” de ese reloj. Si yo quisiera negar la libertad de mis pensamientos, sería más consecuente quedarme callado, tal como Cratilo, el filósofo griego. [2] Era discípulo de Heráclito, quien creía que todo estaba en constante movimiento como un río. Algunos de los pensadores de su tiempo (como Gorgias) abandonaron la posibilidad de conocimiento y comunicación. 8 ¿Por qué? Porque no puedo sostener que el universo es un gran río que fluye, y pretender que estoy sentado a la orilla observándolo, como si no fuera parte de él. Si el universo es un río, yo soy parte de esa corriente, y ya no puedo hacer comentarios significativos acerca del río, mucho menos tratar de comunicarme con otra persona que también es parte del mismo río. Por lo tanto, aunque no lo comprendemos, no podemos evitar creer en la libertad del pensamiento del hombre. Es una presuposición innatamente necesaria.

 Sin embargo, cómo armonizar las enseñanzas de providencia y libertad humana es un misterio que escapa a la lógica de la mente humana. Hay dos perspectivas para ver los sucesos de la historia humana. Es como ver todo primero desde lejos, a través de un telescopio, y después ver todo de cerca, a través de un microscopio. 

Desde una perspectiva, Dios planifica todo y hace que todo suceda de acuerdo con Su plan. Esto es como ver todo desde lejos, a través de un telescopio. Es el cuadro grande. Dios vive más allá del tiempo y del espacio, así que, para él, la historia de la humanidad es como un momento en la eternidad.

 2 Pedro 3.8

Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.

 Desde otra perspectiva, el hombre ocupa su propia voluntad para tomar decisiones, y cada decisión cambia el rumbo de la historia. El hombre vive inserto en el tiempo y en el espacio, viviendo cada momento en forma sucesiva. Esto es como ver todo de cerca, a través de un microscopio, examinando los detalles. 

Si Dios no mostrara en la Biblia la perspectiva grande, la única perspectiva que observaría el hombre sería la pequeña. Esto disminuiría la grandeza de Dios, y tendríamos menos confianza en Él. Pero si Dios no mostrara también la perspectiva pequeña, el hombre posiblemente caería en un fatalismo pasivo. Dios nos ha revelado tanto el cuadro grande como el pequeño, para que le demos la gloria que le corresponde, y para que también actuemos responsablemente.

La oración es un ejercicio realmente misterioso en que se manifiesta el hecho de que creemos estas dos verdades que no aparentemente irreconciliables. En la oración, practicamos tanto la soberanía de Dios como la responsabilidad del hombre. Por un lado, la oración muestra que confiamos en Dios como soberano. Si no controlara todo, ¿cómo podríamos confiar en Él para contestar la oración? Por otro lado, la oración muestra que creemos que nuestra participación de alguna manera forma parte importante del desarrollo del plan de Dios. No oraríamos si no pensáramos que hace una diferencia.

 El hombre, con la mente limitada, no puede comprender exactamente cómo estas dos perspectivas se pueden armonizar. No obstante, en la mente infinita de Dios, sí se armonizan. 

 El hecho de que no somos capaces de comprender algo no significa que no sea la verdad. Aceptamos muchas cosas que no comprendemos. Por ejemplo, aceptamos tranquilamente la luz, sin entenderla, sabiendo solamente que tiene cualidades de partícula y también de onda. Aceptamos las emociones, sin saber cómo funcionan. Aceptamos el hecho de que el universo no tiene fin; no logramos imaginar lo infinito, pero sabemos que no podría ser de otra manera. 

 Cuando era niño, hacíamos un viaje de 30 kilómetros en el automóvil dos veces cada domingo para ir a la iglesia, una vez en la mañana y otra vez en la noche. Cuando volvíamos en la noche, me gustaba echar mi cabeza hacia atrás y mirar la multitud de estrellas brillantes por la ventana. Puedo recordar el momento en que mi di cuenta de que el universo no tenía techo. Estaba tratando de imaginar lo más lejos posible, preguntándome qué había allí. Primero, imaginé un muro grande, como un techo inmenso, pero inmediatamente me di cuenta de que no podía ser así. Pensé dentro de mí mismo, “Si hay un muro, tiene que haber algo al otro lado del muro, así que el muro no puede ser el fin”. ¡Casi explota mi cabeza con el pensamiento! Quedé reflexionando acerca de la grandeza del universo, convencido de que no tenía fin, pero incapaz de asimilar esa verdad.

 Creemos muchas doctrinas que no comprendemos. Creemos en la trinidad, sin captar cómo Dios puede ser un solo ser, pero tres personas, a la misma vez. Creemos que Jesús era tanto humano como divino, pero no podemos comprenderlo. Todos los milagros realmente escapan nuestro razonamiento.

En un sentido, hay dimensiones de la verdad que nos escapan aun en las cosas más simples. Como dice John Frame, “Aun acerca de „2 + 2 = 4‟, podemos decir que Dios conoce aspectos profundos de significado que no conocemos.” [3] Esto no significa que sea imposible conocer la verdad, o que no decimos la verdad cuando decimos que “2+2=4,” pero significa que no comprendemos completamente, en el mismo sentido que Dios comprende. Francis Schaeffer hizo una distinción útil entre conocer algo “verdaderamente” y conocer algo “exhaustivamente”. [4]   

 De la misma manera, sabemos que Dios controla todo lo que sucede, y sabemos que somos libres para tomar decisiones, pero no entendemos cómo se armonizan estas dos verdades. Por un lado, si Dios no controla todo, no sería Dios. Sabemos que la providencia es verdad, porque ¡no podemos creer que NO sea verdad! Por otro lado, si el hombre no pudiera tomar decisiones, ¡no sería hombre! De nuevo, no podemos comprender la libertad en un mundo gobernado por un Dios soberano, pero sabemos que somos libres. Nuestros pensamientos no significarían nada, si no fuéramos libres. ¡No podemos creer que NO sea verdad! 

 Isaías 55.8

 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.

            Romanos 11.33-36

 ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él son todas las cosas. ¡A él sea la gloria por los siglos! ¡Amen!

 Pensemos en un ejemplo: Si yo tengo un lápiz en la mano, yo puedo decidir si lo dejo caer al suelo o no. No quedo paralizado, pensando, «¿Habrá Dios predestinado que yo deje caer el lápiz?» Simplemente lo decido, y lo hago. Sin embargo, después de hacerlo

(si Dios no interviene de alguna manera extraordinaria, impidiéndolo), puedo reconocer el hecho de que Dios lo había planificado. Es así con todo; Dios planificó todo, pero de todas maneras tenemos que vivir cada experiencia en la sucesión de tiempo, tomando decisiones, relacionándonos con Dios momento por momento.

Alguien dijo que la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre son como dos rieles de un tren que se extienden hacia el cielo; parece que nunca se van a juntar las dos líneas, pero cuando llegan al cielo, donde Dios comprende todo, se unen.

C. La relatividad del tiempo

 Creo que el concepto del tiempo puede ayudarnos a aceptar el misterio de doble filo: providencia y libertad. Aceptarlo, no comprenderlo. ¿Alguna vez ha pensado en la relatividad del tiempo? Cuando usted ve una estrella caer, ¿cuándo se quemó? Desde su perspectiva, acaba de suceder, pero si la estrella estaba tres años luz de la tierra, desde la perspectiva desde allá, sucedió hace tres años. Desde la perspectiva de una estrella a tres años luz de distancia, lo que usted está haciendo en este momento, no ocurrirá por tres años. Quizás no le impresione, pero vamos más lejos todavía. Vamos millones de años luz de aquí. ¿Cuándo suceden los eventos allí? Todo depende de su punto de vista. 

 Esto se complica más todavía cuando aprendemos, gracias a Einstein, que el tiempo, la velocidad, y la masa son interdependientes. Si un astronauta viaja rápidamente, el tiempo se decelera. Las leyes de Newton, como “la distancia equivale la velocidad multiplicada por el tiempo”, son prácticas, pero no son exactas. 

Cuando nos enseñaron la teoría de la relatividad en una clase de física en la escuela secundaria, me inquietó mucho, porque empecé a pensar que todo era relativo. Pensé, si todo el universo se achicara por la mitad en el mismo instante, ¿nos daríamos cuenta? El próximo paso iba a ser abandonar la certeza del conocimiento. Pero había una sola cosa que me ayudó a escapar del suicidio intelectual: mi fe en Dios. Me di cuenta de que, si todo se achicara repentinamente, Dios sí lo sabría. Lo mismo se puede decir del tiempo. Dios está por encima y fuera del tiempo. 

Einstein dijo, “El pasado, el presente, y el futuro son ilusiones, aunque son bastante porfiadas”. [5] Los científicos están diciendo ahora que el tiempo es un paquete. Paul Davies, físico australiano, dice

“La conclusión más acertada es que tanto el pasado como el futuro son fijos. Por esta razón, los físicos prefieren hablar del tiempo como algo extendido en su totalidad – un mapa del tiempo, similar a un mapa de la geografía – con todos los eventos del pasado y del futuro ubicados juntos. Es una noción que a veces llaman un bloque de tiempo. Totalmente ausente de esta descripción de la naturaleza es cualquier idea que separe un momento privilegiado como el presente, o cualquier proceso que cambiara los eventos futuros en eventos del presente, y finalmente a eventos del pasado. En breve, los físicos no aceptan el fluir o el pasar del tiempo.” [6] 

¡Increíble! Esto tiene sentido, especialmente cuando incluimos a Dios. Él es el único que comprende el tiempo y el espacio, y Él puede ver cómo se armoniza todo, el pasado, el presente, y el futuro. Para el hombre, el tiempo es relativo, pero Dios es el punto de referencia para todo. Esto da nuevo significado al versículo citado arriba. 

 2 Pedro 3.8

Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.

 ¿Alguna vez ha visto una película de ciencia ficción en que se retrocede en el tiempo? Cuando la gente vuelve hacia atrás, pueden cambiar sus decisiones, pero de alguna manera los eventos se convierten en el mismo futuro. Tiene que resultar igual, porque si no, el contexto del comienzo de la película cambiaría, y ¡ellos podrían auto-destruirse! Por ejemplo, en “Regreso al futuro”, el joven protagonista (representado por Michael J. Fox) retrocede en el tiempo y observa a sus padres cuando se enamoraron. Si algo sucediera que evite que ellos se enamoren y se casen, ¡él no existiría! Esto apunta al hecho profundo que, tal como toda la naturaleza es interdependiente, así son los momentos de la historia. Todos los tiempos están interconectados, y solamente Dios ve el cuadro completo. 

 Al riesgo de ser malentendido, para Dios, mirar la historia debe ser algo como mirar una película que retrocede en el tiempo. Él ya sabe cómo termina.

Incluso, ¡Él hizo la película!  

 Cuando vivimos los momentos de esa historia, realmente ejercemos nuestra “libertad natural”, pero no podemos cambiar los eventos que sólo Dios gobierna.

No puedo expresarlo mejor que el proverbio sucinto:

Proverbios 16.9

El corazón del hombre piensa su camino; Mas Jehová endereza sus pasos.

Felizmente, no tenemos que entender todo esto para vivir nuestras vidas para la gloria de Dios. Solamente se nos exige confiar en Él, hacer lo que Él dice, y dejar las consecuencias en Sus manos.

 Deuteronomio 29.29

Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

LO ESCENCIAL
Dios gobierna todo lo que sucede

Para aplicación personal

a) Estudio bíblico

En su tiempo devocional esta semana, lea los capítulos 39-41 del libro de Job.

Job quería saber por qué sufría tanto. Estos capítulos son la respuesta de Dios, pero no exactamente el tipo de respuesta que esperaba Job. Analice usted cuál es el punto principal de estos capítulos, y anote sus ideas en el cuaderno. ¿Cuál es la respuesta de Dios? ¿Qué significa esto para usted?

 b) Oración

Ocupe las palabras de Job en capítulo 42, versículos1-6 como guía para su tiempo de oración. 

 c) Memorización de la Escritura

En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.

Efesios 1.11

Para conversar:

  1. ¿Puede pensar en otros pasajes bíblicos que apoyan la doctrina de la providencia? 
  1. ¿Puede pensar en pasajes que apoyan la libertad y la responsabilidad del hombre?
  1. ¿Cómo le hace sentir el hecho de que Dios está gobernando todo lo que sucede?
  1. ¿Qué diferencias prácticas hace en su vida el hecho de saber que Dios es soberano?
  1. ¿En qué tipo de momento le ayuda más saber que Dios está en control?
  1. ¿Puede contar alguna experiencia en que le ayudó esta doctrina?

[1] Douglas J. Wilson, capítulo tres en Back to the Basics [Volvamos a los fundamentos], ed. David G. Hagopian. (Phillipsburg, N.T.: P&R Publishing, 1996), p. 20.

[2] Humberto Giannini, Esbozo para una historia de la filosofía (Santiago de Chile, 1981), p. 34. (Estas primeras ediciones fueron publicadas privadamente.) 8 Humberto Giannini, p. 25.

[3] John Frame, Doctrine of the Knowledge of God [Doctrina del conocimiento de Ddios], (Phillipsburg, N.J.:  P&R Publishing, 1987) p. 34.

[4] Francis A. Schaeffer, The God Who is There [El Dios que está allí] (Downers Grove: InterVarsity Press, 1998), p. 119.

[5] Citado en Paul Davies, “That Mysterious Flow” [Ese flujo misterioso], Scientific American, Septiembre, 2002, p. 41.

[6] Paul Davies, “That Mysterious Flow,” p. 42.

Lección 2. Hijos, no esclavos

(Pautas del crecimiento por gracia)

«Amar es la mitad de creer».

Victor Hugo

«El buen temor proviene de la fe,  el falso temor proviene de la duda».

Blaise Pascal, Pensamientos

Me siento como hubiera sido criado en el Antiguo Testamento. Cuando era niño, yo imaginaba a Dios detrás de las dos tablas de los diez mandamientos, observando si cometía algún pecado. Sabía que era salvo porque Jesús había muerto en la cruz para perdonar mis pecados, pero en mi vida diaria, ponía mucho énfasis en la ley, y miraba poco a Cristo. Ahora me he dado cuenta de que estaba viviendo como un judío del Antiguo Testamento. Ellos miraban hacia adelante al Mesías, pero la ley estaba en el primer plano de su vista. Cristo estaba en la sombra de las dos tablas, por decirlo así. Sin embargo, ahora, después de Cristo, podemos mirar hacia atrás, y ver que Cristo está en primer plano. No descartamos la ley como una guía para saber la voluntad de Dios, pero las dos tablas de la ley están detrás de la cruz. Ahora miramos la ley en la sombra de Jesucristo. 

Cuando viajo por la carretera en el automóvil, tengo que observar los letreros para llegar a mi destino. Sin embargo, si solamente quedo mirando los letreros, y quito la vista del camino, ¡voy a tener un accidente! Funciona así la ley; es un letrero bueno que nos guía hacia Jesús, pero ¡no debemos fijarnos tanto en la ley que no veamos a Cristo! A veces, tenemos la tendencia de preferir la ley, aunque parece una locura. ¿Por qué? Porque así sentimos que podemos hacer algo nosotros. En nuestra arrogancia, quitamos la vista del Señor y empezamos a confiar en nuestros esfuerzos. 

Me gusta arreglar las cosas de la casa y del automóvil, pero tengo un problema: cuando algo no resulta, simplemente trato de empujar más fuerte. Si el tornillo no entra bien, trato de forzarlo, y a veces salta lejos, ¡y aplasto la mano con el desatornillador!

Normalmente la fuerza bruta no da mejores resultados. Conviene guiar el tornillo con cuidado, y usar menos fuerza. 

El mejor jugador de fútbol sabe que no puede simplemente patear la pelota lo más fuerte posible. Tiene que guiarla en el sentido correcto. En el béisbol, el jugador no puede simplemente batear lo más fuerte posible. Es más importante conectar bien con el bate en el centro de la pelota.

La vida cristiana es algo así. En vez de simplemente ponerle más «músculo», debemos aprender cómo crecer correctamente por gracia. Es cierto que no hay respuestas fáciles, y que pasamos la vida entera aprendiendo más acerca de esto. No obstante, quisiera ofrecer cuatro pautas importantes.

A. Usar los medios de la gracia

Obviamente, debemos usar los medios que Dios nos ha dado: la Palabra, la oración, el compañerismo cristiano, y los sacramentos. Si no usamos estas herramientas, estamos perdiendo muchas bendiciones simplemente por no hacer uso de algo que ya tenemos.

Es como el chiste del hombre que subió al techo de su casa y empezó a orar cuando el agua de una aluvión subía sobre su propiedad. Pronto llegó un bote, pero él rechazó su ayuda. «¡Gracias!», dijo, «el Señor me va a salvar.» Después, llegó un helicóptero, y de nuevo, negó el rescate, porque estaba «confiando en Dios». Finalmente, se ahogó y fue al cielo. Se presentó al Señor, y preguntó un poco molesto, «¿Por qué no me salvaste?», a lo que el Señor contestó, «Pero te envié un bote y un helicóptero, ¡y no querías aceptar Mi ayuda!»

Este chiste ilustra un punto: A veces nos quejamos de que avanzamos muy lentamente en la santificación, cuando ni siquiera estamos aceptando la ayuda que el Señor nos ha dado. Si no estamos orando y estudiando la Palabra, si no estamos asistiendo la iglesia y las reuniones de compañerismo, si no hemos sido bautizados y no estamos participando en la santa cena, no debemos sorprendernos si no estamos creciendo.

Pero esto no es todo. Como vimos en el capítulo anterior, es posible usar estas herramientas, sin crecer, si nuestra actitud no es la correcta.

B. Practicar el arrepentimiento 

El primer paso hacia una actitud correcta es la honestidad, especialmente consigo mismo. Tenemos que dejar de engañarnos, de pensar que casi hemos logrado la santidad, de soñar que falta un poquito de trabajo para lograr una gran estatura espiritual. La verdad es que estamos muy lejos de la meta de ser semejantes a Cristo. Somos egocéntricos, envidiosos, miedosos, impuros, y arrogantes. 

Romanos 12.3

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.  

La «gran mentira» de pensar que estamos bien se forma así: a) Cuando somos niños, no recibimos el amor incondicional, ni de nuestros padres, porque nadie es perfecto. 2) Empezamos a creer que debemos ser de cierta manera, o que debemos lograr ciertas cosas, para ser amados. 3) Construimos una imagen ideal de lo que queremos ser, para ser amados. 4) Empezamos a creer que somos así realmente, porque deseamos tanto ser amados, y no queremos sentir el dolor del rechazo. [1]

El problema es que así no enfrentamos nuestros verdaderos problemas, y por lo tanto, no los solucionamos tampoco. Dios desea la honestidad en lo más profundo del corazón. Esto se llama «integridad». Salmo 51.6 dice, «he aquí, tú amas la verdad en lo íntimo».

El Salmo 32 explica lo que sucede cuando no reconocemos nuestro pecado:

Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. (vv. 3 y 4)

¡Es un peso insoportable! 

Por otro lado, cuando confesamos nuestro pecado, hay alivio y gozo:

Salmo 32.1-2, 5

Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. …Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.   

Debemos practicar el arrepentimiento diariamente, porque pecamos diariamente, en nuestras actitudes, nuestros motivos, pensamientos, y acciones. Los peores pecados son interiores, como la arrogancia, la envidia, el resentimiento, y el egocentrismo.

El apóstol Pablo pensaba que él estaba bien, hasta entender el décimo mandamiento, que tiene que ver con una actitud, la codicia. En Romanos 7, explica el proceso de arrepentimiento. Se da cuenta de que hay algo en él que no puede controlar, una fuerza negativa que no puede dominar, y concluye que es el pecado. Termina clamando al Señor, pidiendo Su ayuda.

Romanos 7.19-25

Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Como enseñaba C. John Miller, cuánto más grande vemos nuestro pecado, más grande vemos a

Cristo. [2]

Menor ———————————–———— Mayor

reconocimiento del pecado

El arrepentimiento no significa hacer penitencia, ni hacer nada para ganar nuestro perdón. El perdón es gratis. El arrepentirse es simplemente reconocer nuestro pecado y pedir perdón. Es una media vuelta hacia Jesús. Es un cambio de actitud.

1 Juan 1.8-10

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Me conmueve la figura de Jesús lavando los pies de los discípulos en Juan 13. Normalmente, se refiere a este pasaje para hablar del servicio, y por supuesto es una de las aplicaciones más importantes. No obstante, creo que el punto central es el perdón. El lavamiento simboliza el mayor servicio que podemos ofrecer: perdonar a alguien que nos ha ofendido. Cuando Pedro rechazó este servicio, Jesús insistió. Pero cuando Pedro pidió que lavara el cuerpo entero, Jesús dijo que ya estaban limpios, pero no todos. Yo concluyo que estaba hablando de la limpieza del perdón. Judas no tenía ese perdón, porque no creía en Cristo. Pensando en este significado, me conmueve la actitud de Jesús: cuando Pedro no aceptaba Su servicio, Él insistió. Esto significa que Él realmente desea perdonarnos. En Su gran misericordia, ¡Le agrada perdonar! Cuando reconocemos lo profundo de nuestro pecado, también debemos reconocer la grandeza de Su gracia.

C. Mantener la vista en Cristo  

Para crecer espiritualmente, debemos fijar la vista en Cristo, quien nos ha dado fe y quien aumenta nuestra fe. Cuando quitamos la vista de Él, empezamos a cojear. Si miramos a otros, o si miramos a nosotros mismos, tropezamos.

Hebreos 12.1-2 

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Es curioso cómo crecemos por gracia. Casi sucede sin que nos demos cuenta, porque dejamos de pensar tanto en nosotros y pensamos más en Cristo. El que lucha tanto para crecer, y está muy pendiente de su propio estado espiritual, tiene la vista muy puesta en sí mismo, y no crece. El resultado es todo lo contrario de lo que quiere. Pero el que se olvida de sí mismo y solamente trata de acercarse al Señor para conocerlo más y amarlo más, empieza a parecerse a Cristo, en forma natural. Es como un hijo que empieza a parecerse a su padre, sin esforzarse. Simplemente sigue el modelo paternal instintivamente. Debería ser así con los hijos de Dios. 

2 Corintios 3.18

Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

Mantener la vista en el Señor significa depender totalmente de Él para nuestra santidad. Usamos los medios de gracia, pero confiando en Él para su eficacia. Jesús nos enseña en Juan 15 que sin Él no podemos hacer nada, pero si permanecemos en Él, daremos mucho fruto.

Juan 15.5

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 

Debemos vivir como un hombre «buzo», que tiene una manguera de oxígeno conectada en cada momento, y no como un «hombre rana» que usa estanques pequeños de oxígeno, y que vuelve de vez en cuando para buscar más. Nuestra dependencia del Señor es continuo. ¡Así podremos nadar en aguas más profundas también!

D. Vivir como hijos de Dios, no como esclavos

Otro aspecto importante de nuestra actitud es que debemos recordar que somos hijos, y no esclavos. 

Romanos 8.14,15

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

Un esclavo siente que es propiedad de su amo, y que no es amado, mientras un hijo siente que pertenece a una familia, y que lo aman. Un esclavo no se parece a su dueño, mientras un hijo sí se parece a su padre. Un esclavo no espera heredar nada, pero un hijo espera recibir todas las posesiones de su familia. Un esclavo no tiene el privilegio de acercarse y hablar con su amo en cualquier momento, mientras un hijo siempre cuenta con una buena recepción de su padre. Cuando un amo castiga a un esclavo, es simplemente para corregir su conducta, mientras cuando un padre disciplina a su hijo, lo hace porque lo ama, y porque está pensando en su bien.

Hebreos 12.6

Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.

Como hijos de Dios, confiamos en que Él va a encaminar todo para nuestro bien. Como hijos, queremos obedecer por amor, no por temor. Tenemos gozo en nuestra relación con Dios, y no estamos simplemente tratando de cumplir nuestro deber con una actitud amargada y resentida. Como hijos, nuestra santificación viene «desde adentro hacia fuera», y no desde afuera hacia adentro. [3]

Agustín dijo, «Ama y haz lo que quieras». A primera vista, esto parece terriblemente equivocado.

No obstante, analizándolo bien, en un sentido tiene razón. Lo que falta explicar es que, siendo regenerados, hemos experimentado un cambio en nuestra voluntad, y ahora lo que realmente queremos es cumplir la voluntad de Dios. Por supuesto, en algunos momentos cuando nos atrae la tentación, tenemos el deseo momentáneo de pecar. Pero, en lo más profundo de nuestro corazón, está el deseo de complacer al Señor.

Romanos 7.22

Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios.

Me llama la atención la diferencia entre los dos grandes escritores rusos, León Tolstoi y Fiodor Dostoiewski. 5 Ninguno era exactamente un santo, pero trataban de vivir la vida cristiana. Tolstoi se esforzaba para cumplir las exigencias de la Biblia, pero se sentía muy culpable. Escribió en una carta, «Soy culpable y vil, digno de ser despreciado.» Se desanimaba tanto que tenía que esconder las armas y las sogas en su casa, para evitar la tentación de suicidarse. Huyó de su casa, vivió como vagabundo, y murió solo en una estación de tren.

Por otro lado, Dostoiewski aparentemente comprendió la gracia de Dios. Casi fue fusilado entre un grupo de radicales, pero en el último momento, dispararon al aire. Después de ese traumático incidente, sintió que había nacido de nuevo. Cuando lo mandaron a la prisión en Siberia, una señora le dio un Nuevo Testamento, y no tenía nada más que leer durante años.  En la prisión, escribió un credo:

«Creo que no hay nada más hermoso, más profundo, más compasivo, más razonable, más valeroso y más perfecto que Cristo. Y no sólo no hay más, sino que me digo a mí mismo con amor celoso que jamás podría

haberlo.»

En su lecho de muerte, llamó a su esposa y a sus hijos. Pidió que ella leyera la historia del hijo pródigo, y les dijo, 

«Hijos míos, nunca olviden lo que acaban de escuchar. Tengan fe absoluta en Dios, y nunca duden de su perdón. Yo los amo profundamente, pero mi amor no es nada comparado con el amor de Dios. Aunque cometan un crimen horrendo y solo sientan amargura, no se alejen de Dios. Son sus hijos; humíllense delante de él, como delante de su padre; supliquen su perdón, y él se regocijará en su arrepentimiento, como el padre se regocijó en el de su hijo pródigo.»  5

En pocos minutos, falleció.

Esto debe ser la pauta para entender nuestra relación con Dios: somos hijos pródigos que hemos vuelto a casa. Nos habíamos alejado de Dios, viviendo entre los «cerdos» en el barro, comiendo algarrobas. Pero nuestro Padre celestial nos estuvo esperando, y corrió a recibirnos con los brazos abiertos. Ahora estamos en casa, y debemos vivir como hijos.

LO ESENCIAL
             

5 Ver Philip Yancey, The Jesus I Never Knew, (Grand Rapids: Zondervan, 1995), en español, El Jesús que Nunca Conocí, y Ruth Bell Graham, Prodigals and Those Who Love Them (Colorado Springs, Colorado: Focus on the Family, 1991), pp.

119-126.

Somos hijos de Dios, y no esclavos.

Para aplicación personal

a) Estudio bíblico

En su tiempo devocional esta semana, lea Hebreos 12.1-2, y Juan 15.1-5, y anoten ideas acerca del crecimiento por gracia.

b) Oración

Ocupe el Salmo 32 para guiar su tiempo de oración.

c) Memorización de la Escritura

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

Romanos 8.14,15

Para conversar:

  1. ¿Está usando los medios de gracia en forma regular? ¿Cómo podría mejorar su uso de ellos?
  • ¿Cuáles son sus luchas interiores más difíciles con el pecado? ¿Cómo podría vencerlos mejor?
  • ¿Cómo puede mantener la vista más centrada en Cristo?
  • ¿Se identifica usted más con Tolstoi o más con Dostoiewski? ¿Por qué? (¿Se siente usted más como esclavo de Dios o como hijo de Dios?) ¿Cómo podría fomentar la relación de hijo?

[1] Ver David Seamonds, El Poder Liberador de la Gracia, para una buena explicación de este proceso.

[2] Esto lo escuché del Rvdo. Ronald Lutz en un taller de «Sonship», ministerio fundado por C. John Miller.

[3] Ver Larry Crabb, De Adentro Hacia Afuera (Miami: Unilit, 1992).

Lección 1. Desde el principio hasta el fin

Justificados y santificados por fe

«Verdaderamente, somos mendigos».

Martín Lutero. Nota encontrada en su bolsillo cuando murió

Una de las cosas más tristes que he hecho en mi vida fue llevar a un alumno del seminario al Hospital Psiquiátrico. Este joven había perdido contacto con la realidad. Su hermano le había dicho que ya no podía quedar en su casa, y él no tenía dónde pasar la noche, así que yo lo invité a mi apartamento. Despertó como a las tres de la mañana gritando y desorientado, convencido de que había recibido una comunicación directa del Señor. Aunque yo no lo había dicho, él captó que yo no estaba tan seguro de estas “revelaciones”, y se enojó conmigo. Durante los próximos días, discutía con todo el mundo, diciendo cómo debemos manejar el seminario, y cómo vivir nuestras vidas. Creía que él era el único que estaba cerca de Dios, siguiendo Su voluntad, y los demás estábamos espiritualmente pobres. Empezó a cruzar las calles de Santiago de Chile, sin mirar el tráfico, y subía los buses para predicar a los pasajeros. Lo pusimos bajo el cuidado de un psiquiatra cristiano, pero pronto llegó a ser peligroso, no solamente para sí mismo, sino también para los demás. Un día recibí una llamada histérica de nuestra secretaria, diciendo que él estaba amenazándola con una peineta, como si fuera un cuchillo. Llamé a la policía, y dijeron que no podían hacer nada hasta que realmente hiciera daño. Les dije, “¡Muchas gracias! ¡Llamaré de nuevo después de que haya matado a alguien!” Me recomendaron el Hospital Psiquiátrico. El hospital dijo que ellos no podían ir a buscarlo, y que tendríamos que llevarlo allá. Así que fui al seminario con un amigo, lo invitamos a dar un paseo con nosotros en mi camioneta, y lo llevamos al hospital, entrando por el portón principal. Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, trató de escapar. Nunca olvidaré la escena cuando los guardias se tiraron encima de él, le pusieron una chaqueta de fuerza, y se lo llevaron, pateando y gritando. Yo sabía que teníamos que hacerlo, pero me sentía horrible y quería llorar. 

Lo diagnosticaron con esquizofrenia, y le dieron medicamentos. Tuvo que quedar internado bastante tiempo. Un día, el psiquiatra jefe me invitó a una entrevista acerca del alumno. Lo que me asombró fue esto: El doctor me comentó que ¡la mayoría de sus pacientes eran evangélicos! Me sorprendió el dato, y le pregunté por qué. Me contestó que era por el sentido de culpa. Dijo que no tenía nada en contra del cristianismo, pero que muchas iglesias hablan demasiado de la ley y de cosas muy negativas, sin hablar del amor de Dios, del perdón, y de cosas positivas. Mucha gente termina con un tremendo peso de culpa que trastorna su capacidad de relacionarse sanamente con el mundo. Me dio mucha tristeza porque debería ser precisamente nuestra relación con Cristo que nos libera de la culpa. Pienso que muchos evangélicos no han comprendido las implicaciones del hecho de que nuestra salvación es completamente por gracia mediante la fe. Fácilmente caen en un legalismo que impide el gozo que podemos tener en Cristo.

El autor David Seamonds 1 cuenta su experiencia cuando era misionero en la India. Un joven fue a pedirle un consejo, quejándose de un sentimiento de culpa, de ansiedad, de enojo, y de menosprecio de sí mismo. Cuando le hizo las preguntas típicas acerca de su lectura de la Biblia, su tiempo de oración, y su asistencia a la iglesia, supo que el joven le ganaba lejos en el uso de los medios de crecimiento; pasaba horas y horas leyendo la Biblia, orando, y participando en las actividades de la iglesia. Pero algo no funcionaba. En ese momento, Seamonds se dio cuenta de que el joven simplemente no estaba descansando en la gracia de Dios. Estaba tratando de lograr su propia santidad con esfuerzo humano. Seamonds concluyó que era posible hacer las cosas correctas, sin estar confiando realmente en el Señor, y esto cambió su ministerio completamente. Empezó a poner todo el énfasis en la gracia de Dios.

Martín Lutero también luchaba con un sentimiento de culpa, y trataba de lograr su propia santidad a través del sufrimiento. Dormía en el suelo, ayunaba, y se castigaba con látigos. Finalmente encontró la respuesta en  Romanos 1.17.

Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

El grito de la reforma fue «la justificación por la fe», y los evangélicos han estado enfatizando esta doctrina desde entonces. No obstante, hay un segundo aspecto de este versículo que también debe entusiasmarnos. Creo que Lutero lo entendió, pero no se ha prestado mucha atención a esta doctrina hasta años recientes. Esta enseñanza importante es que la santificación también es por la fe.

¿Qué significa que la justicia de Dios se revela «por fe y para fe»? En realidad, esta traducción (Reina Valera 1960) es difícil de entender. En el griego, dice literalmente, ek pisteos eis pistin, es decir, desde la fe hacia la fe. La palabra ek es una preposición usada frecuentemente para indicar movimiento de adentro hacia afuera, por ejemplo cuando alguien sale de una casa. El segundo término, eis, se usa para indicar movimiento desde afuera hacia adentro, por ejemplo cuando alguien entra la casa. Es decir, la justicia sale de la fe y vuelve a la fe, o comienza en la fe y termina en la fe. Creo que la traducción de la Nueva Versión Internacional comunica la idea: «por fe desde el principio hasta el fin». La vida cristiana es como un puente; comenzamos por la fe en un lado, y terminamos por la fe en el otro lado. El terreno que sostiene todo es la gracia de Dios recibida por fe.

Este versículo es una introducción al resto de la carta a los romanos, que primero trata el tema de la justificación (capítulos 1-5) y después trata el tema de la santificación (capítulos 6-8). Lo que quiere decir Pablo es que nuestra justicia no viene de nosotros, sino de Dios, y esa justicia incluye tanto nuestra justificación como nuestra santificación. Algunos piensan que tienen que seguir su vida cristiana por esfuerzo propio, pero es de vital importancia entender que la santificación también es por fe.

A. La justificación por fe

La justificación tiene que ver con nuestra relación legal con Dios. Tiene dos aspectos: el perdón y la justicia positiva. Por la muerte de Cristo en la cruz, somos perdonados y somos considerados justos. Somos liberados de la culpa y recibimos la justicia de Cristo en nuestra cuenta, a nuestro favor. El resultado es que somos liberados del castigo que merecemos.  

Es como si tuviéramos un libro de vida, lleno de anotaciones negativas. El Señor no solamente borra los pecados, sino también nos da un libro completamente nuevo, que contiene la justicia y las buenas obras de Jesucristo. La justificación es un veredicto divino en que Dios nos declara justos.

Romanos 3.20-28

Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Recibimos la justificación por la fe, y no por las obras. Si tratáramos de justificarnos por obras, ya no sería por gracia. Además, tendríamos que ser absolutamente perfectos, porque Dios es totalmente santo, y debe castigar el pecado. Sería como tratar de saltar a la luna. No podemos llegar a la luna sin un cohete, y Cristo es nuestro «cohete».

Antes de su conversión, el famoso predicador Charles Spurgeon asistía desesperadamente a una y otra iglesia.  Esperaba escuchar el secreto de lo que él debía hacer para obtener paz con Dios. Un día cuando caía mucha nieve, no pudo llegar a la iglesia que quería asistir, y tuvo que ir a una pequeña capilla cercana. Entró silenciosamente y se sentó muy atrás. El pastor no había llegado debido al mal tiempo, y estaba predicando un humilde laico con poca preparación. El hombre sencillo no sabía desarrollar un sermón; simplemente describía a Jesús en la cruz: los clavos, Su dolor, y la sangre. Se fijó en el asistente desconocido, y le apuntó el dedo diciendo, «Joven, ¡mira a Cristo! » Desde ese momento los pensamientos de Spurgeon quedaron fijos en Cristo, imaginándolo en la cruz muriendo por él, y sintió la paz que tanto anhelaba. Se dio cuenta de que no tenía que hacer nada más; Cristo ya había hecho todo por él. Tal como dijo mi suegra cuando leímos Romanos 8, “¿Si Cristo murió por mí, ¿cuál es mi problema?” Esto es la justificación por fe. Sucede en un solo momento cuando una persona acepta a Jesús como Su Señor y Salvador personal, y no se pierde nunca.

B. La santificación por fe

La santificación tiene que ver con el proceso de nuestro crecimiento gradual, y con nuestra relación personal con el Señor. Tal como en un matrimonio, hay un aspecto legal y un aspecto personal, también en nuestra relación con Dios. En el matrimonio, dos personas hacen promesas públicas, y firman un libro en el registro civil, haciendo un pacto legal. Esto se hace en un momento, y son declarados casados. Este primer aspecto corresponde a la justificación. Pero también viven juntos, experimentando un proceso de crecimiento en su relación. Aprenden cómo piensa y cómo se siente la otra persona. Procuran agradar y hacer el bien el uno al otro. Este segundo aspecto es parecido a la santificación. 

Algunos no se percatan de que la santificación también es un aspecto de la salvación. No es algo que logremos por esfuerzo propio. Cristo nos salva de la culpa del pecado en la justificación, y nos salva del poder del pecado en la santificación.

Romanos 6.14

Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

Romanos 6.1-2

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? 

2 Corintios 5.17

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Es muy frecuente que alguien comienza su vida cristiana confiando plenamente en Cristo para su perdón, pero pronto cae en el error de tratar de santificarse por esfuerzo propio. He escuchado comentarios como, «Jesús me salva, pero yo tengo que esforzarme para vivir una vida santa». Otros dicen, «Debo ser santo para que Dios escuche mis oraciones y para que me utilice eficazmente en el ministerio». Aunque no debemos abusar de la gracia de Dios, esto es un engaño muy peligroso, porque pone todo el énfasis en lo que la persona puede lograr, y quita la vista del Señor. 

Esto es justamente lo que pasó a los Gálatas. Comenzaron bien, pero pronto llegaron los legalistas, diciendo que deberían ser circuncidados y seguir las costumbres judías. Pablo advierte que eso sería legalismo. Creo que estamos haciendo algo parecido cuando pretendemos ganar puntos con Dios o lograr nuestra propia santificación.

Gálatas 3.3

Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?

Piense en una rama suelta, tratando de producir fruto. ¡Simplemente no puede! Tiene que ser injertada a la vid primero. Es así de imposible que una persona se santifique por esfuerzo propio.

Juan 15.4-5

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Volviendo a la ilustración del viaje a la luna, este error sería como subir a una nave espacial (la justificación; ya está salvo) para llegar a la luna (la culminación de la salvación: la vida eterna y la glorificación), y ¡tirarse al espacio en medio del viaje (el proceso de la santificación), pensando que se puede seguir solo!

Recuerdo a un joven que no quería ir a su trabajo, porque el bus iba muy rápido. Le pregunté si era peligroso, y me dijo que eso no era el problema, sino que era un pecado ir a exceso de velocidad. Le pregunté si había hablado con el chofer, y me dijo que sí, pero que no le importaba. Le expliqué que, si él había hablado con él y no había un cambio, no era su culpa. Pero no le pude convencer que volviera a tomar el bus, y decidió tomar un taxi. Días después, me llamó de nuevo, diciendo que no podía ir al trabajo porque sus colegas escuchaban música en la radio que «no era edificante». Le pregunté si había hablado con las personas que ponían esa música. Me dijo que sí, pero que seguían escuchándola. De nuevo, traté de convencerlo de que no era su culpa. Finalmente, dejó su trabajo y quedó encerrado en la casa. Su madre tenía que cuidarlo totalmente, aunque tenía más de treinta años. Cuando fui a conversar con él, me dijo que ya no salía, porque había «muchas tentaciones allá afuera». Es obvio que tiene algunos problemas psicológicos, pero también veo una confusión profunda acerca de la santificación. Estaba tratando de evitar la tentación y controlar su medioambiente de tal manera que no cometiera un pecado. ¿Cuál es el resultado? Termina pecando de todas maneras, y peor todavía, siendo totalmente irresponsable y dependiente. Posiblemente no escuche música mala, pero tampoco está siendo sensible, porque hace que su madre trabaje para él. No está cumpliendo con los mandamientos positivos acerca de lo que debe hacer. ¡Este no es el estilo de vida que el Señor desea para nosotros!

Lo escencial

Somos justificados y santificados por fe.

Para aplicación personal

a) Estudio bíblico

Recomiendo comprarse un cuaderno para usar en su tiempo a solas con Dios. Es una gran bendición anotar lo que el Señor le está enseñando en Su Palabra, y también escribir las peticiones y motivos de acción de gracias para su tiempo de oración.

En su tiempo devocional esta semana, lea Gálatas 3 y 4. Anote sus ideas acerca de la justificación y la santificación por gracia. 

b) Oración

Ocupe el Salmo 127.1-2 y el Salmo 23 como guía para su tiempo de oración.

c) Memorización de la Escritura

Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe desde el principio hasta el fin, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

Romanos 1.17

Para conversar:
  1. ¿Ha olvidado Ud. a veces que la santificación también es por gracia por medio de la fe? ¿Cómo se ha manifestado esta tendencia? ¿Cuál ha sido el fruto?
  2. ¿Ha podido salir de esta trampa? ¿Cómo?
  3. ¿Qué consejo le daría al joven de la India? ¿Al joven que quedó en su casa para evitar las tentaciones?